sábado, 9 de abril de 2016

MIS CUENTOS - TOMAS EL DIABLO


MIS CUENTOS
TOMÁS EL DIABLO
(Autor: Profesor Hipólito G. Yánac Rivera)

Tomás era un hombre aproximadamente de unos cuarenta años. Tenía la cara desfigurada por la huta (enfermedad producida por la picadura de un insecto, el que se infectaba y a consecuencia de ello se iba destruyendo la dermis y epidermis de la piel, localizándose generalmente en la cara, la nariz, la oreja), motivo por el cual a Tomás le llamaban el “diablo” porque tenían el rostro totalmente desfigurado, dando la impresión que era un diablo.
Nadie sabía cuál era la procedencia de Tomás; algunos se preguntaban:
-      ¿De dónde habrá venido este pobre hombre?
-      Otros decían: - Ha aparecido de un momento a otro.
-      Don Ruperto que era un poblador experimentado, aclaró:
-      Desde que ha aparecido este hombre se ha asentado en Carhuán, una quebrada totalmente inhóspita, vive en una cueva sin provisiones, y de vez en cuando aparece en la población haciendo derroche de dinero y embriagándose hasta quedar inconsciente y estar tirado en las calles del pueblo. Luego de su derroche en la población desaparece en forma inesperada, retornando a su refugio. Lo insólito del caso es que, en su asentamiento hace proezas sorprendentes que cualquier humano no podría hacerlo.
-      Agregó don Ruperto:
-      Todos le tienen miedo, es por eso que, nadie le conversa, más por el contrario se burlan de él llamándole ¡Tomás el Diablo!
Don Ruperto, hizo reminiscencia de las proezas que hacía y dijo:
- Construye irrigaciones desviando el agua del río para llevar a pequeñas parcelas de tierra firme para cultivarlos, con herramientas rústicas y por lugares inaccesibles, moviendo rocas inmensas a fuerza bruta sin ayuda de nadie.
Asimismo, don Ruperto, hizo un recuento como era ese paraje, y decía: - sólo existía un camino muy antiguo que era de los gentiles (personajes de tiempos inmemoriales que según dicen procedían del demonio o el diablo).
A todo esto, don Fulgencio, otro poblador de mucha experiencia, aclaró:
-     Tomás, cuando alguna persona ocasionalmente intenta pasar por esa quebrada, ¡Tomás el Diablo! aparece sentado sobre una roca en lo alto del cerro, y conforme el visitante prosigue su camino ¡Tomás el Diablo! aparece por arte de magia sentado en otra parte del cerro.
Frente a este relato de don Ruperto y don Fulgencio, las personas que les escuchaba decían:
- Verdaderamente Tomás es un Diablo; y los más pequeños al escuchar todo este relato se aferraban de la falda de sus mamás, balbuceando: ¡ay!, ¡qué miedo!, no quiero verlo a ¡Tomás el Diablo!
El secreto de ¡Tomás el Diablo!, era que tenía unos pasadizos subterráneos que se intercomunicaban de un lugar a otro,  y él se deslizaba como si fuera una vizcacha.
Por su parte, ¡Tomás el Diablo!, se jactaba de tener poderes de adivino, quien con lujo de detalles explicaba en la plaza del pueblo cuando hacía sus apariciones repentinas. ¡Tomás el Diablo!, se ubicaba en la parte central de la plaza de armas del pueblo, y en un acto ceremonioso anunciaba a la gente:
-     ¡Señores y señoras!, lo que les voy a decir  son hechos o acontecimientos que van a suceder y que ustedes podrán ver, observar, tales como:
-      En este año, en los meses de invierno habrá lluvias torrenciales produciendo huaycos, inundaciones; los cultivos serán arrasados por lodo y piedras. A consecuencia de estos desastres mucha gente padecerá de hambre y necesidad.
En verdad, tal como había anunciado ¡Tomás el Diablo!, en los meses de invierno se producían desastres con consecuencias fatales para los nativos, perdían sus cultivos, sus animales, sus viviendas; la gente se quedaba al desamparo.
En otra ocasión, en sus  peroratas decía:
 - En mis sueños me han revelado que habrá epidemias  que arrasarán con todas las poblaciones y habrá muchas muertes; también habrá tempestades, temblores, eclipses.
Después de transcurrido un determinado tiempo, efectivamente se cumplía sus pronósticos tal cual había anunciado.
“Tomás el Diablo” poco a poco fue asentándose en el lugar convirtiendo el pequeño valle en un lugar próspero, ya que, debido al clima cálido de dicha zona, en los terrenos que había dotado de agua, sembraba camote, yuca, ají, árboles frutales como: mangos, plátanos, paltos, manzanos; cuya producción era fabuloso,  fuera de lo normal, convirtiéndose en un fruticultor exitoso. Semanalmente bajaba cajones sobre cajones de estas frutas a la carretera para ser embarcados hacia la costa para su comercialización. Es así que, “Tomás el Diablo” con su esfuerzo, tenacidad y constancia hizo que mejorara su condición económica acumulando una gran fortuna.

En vista de haberse convertido en un próspero negociante, empezó a contratar peones para producir en mayor escala y cada vez mejor; para sacar sus productos mandó construir su carretera propia, en vista que el pequeño valle  estaba muy cerca de la carretera troncal que pasaba por la zona. Compró un camión para transportar todo sus productos directamente al mercado mayorista con chofer propio, por tanto, ya no tenía que estar bajando los cajones de fruta a fuerza bruta. Asimismo, mandó instalar energía eléctrica de la central hidroeléctrica que funcionaba a un kilómetro del lugar; por otra parte, hizo construir un chalet para su vivienda y uso propio, y para sus peones mandó construir pequeñas viviendas a un extremo de su pequeño fundo, instalando todos los servicios básicos que toda población necesita, convirtiéndose en un valle prodigioso y bello.
“Tomás el Diablo”, siempre mantenía su intimidad de manera reservada, teniendo como compañía a su perrita llamada “Chelita”, a la que le vestía como si fuera una dama y le tenía todas las consideraciones del caso. La perrita por su parte le obedecía todo lo que le decía “Tomás el Diablo”; así cuando le decía:
-      Chelita ¡siéntate!, la perrita se sentaba,
-      ¡baila! y bailaba,
-      ¡camina en dos patitas!, caminaba en dos patas;
También, le obedecía otros mandatos u órdenes que le daba su dueño:
- ¡Chelita!, tráeme mis zapatos. Ella, obediente le llevaba sus zapatos.
Cuando le decía:
- :¡Mira quién viene!, la perrita salía corriendo y se subía a un pequeño morro y divisaba.
- Si la persona era mujer decía: ¡guau… guau! , ¡guau … guau! Si la persona era varón decía: ¡Guau … guauuuuuuuuuuu!; entonces ¡Tomás el Diablo! ya sabía que la persona que se aproximaba era mujer o era varón. Es decir, cumplía los mandatos como si fuera una hija. Al ver todo esta transformación, la gente creía que Tomás era un verdadero diablo.

FIN


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