lunes, 11 de abril de 2011

LA EDUCACIÓN PARA EL SIGLO XXI TODA UNA VIDA PARA APRENDER

LA EDUCACIÓN PARA EL SIGLO XXI TODA UNA VIDA PARA APRENDER
(por RICARDO DÍEZ HOCHLEITNER)
Extracto de Fuentes UNESCO, Abril 1996

Enseñar a conocer, a hacer, a vivir juntos, a ser: cualquier proyecto educativo para el siglo XXI tendría que incluir esas cuatro misiones, y favorecer su acceso a lo largo de la vida. Falta mucho para eso... Este hilo conductor del «Informe Delors», presentado el 11 de abril, es el alma de este tema central, donde se presentan experiencias que confirman sus propuestas. Se inicia con el retrato de un artista sexagenario que transmite su sabiduría a los niños. En Estados Unidos, los más pequeños aprenden la tolerancia; en el Alto Egipto, las escuelas primarias se adaptan a las limitaciones y necesidades locales. La educación es enseñar un oficio a los adolescentes, como la hostelería en Jamaica. Pero también a los adultos: en Tailandia, los hombres de negocios ayudan a los campesinos a convertirse en pequeños empresarios y en la antigua Alemania del Este las mujeres encuentran un lugar en la economía de mercado.

La publicación, del "Informe de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI" patrocinado por la UNESCO no podía ser más oportuno. El siglo que está a punto de concluir ha estado cargado de inmensas paradojas, entre grandes males, extraordinarios logros y no pocas esperanzas inalcanzadas. Marcado por dos guerras mundiales, por genocidios espantosos, por la acelerada degradación de la biosfera o por la miseria de una masa de marginados del creciente bienestar de los ricos, también ha sido el siglo del mayor progreso científico y tecnológico y el de la Declaración universal de los derechos humanos.

Ahora, sin embargo, las razones para la esperanza de un futuro mejor son abundantes ante el conocimiento disponible, siempre y cuando cooperemos todos para que fructifiquen. Para ello es preciso profundizar y extender el saber, además de vivir acordes con valores éticos y morales, comenzando por una auténtica solidaridad y tolerancia. Tal ha sido siempre la convicción profunda de los educadores y de cuantos han tratado y tratan de trabajar honestamente en favor de la paz y del bienestar de los pueblos: ésta es la línea inspiradora del Informe.

La educación ha sido reconocida siempre, aunque con diversos grados de la percepción, como factor esencial para la plena realización personal, así como para el progreso y desarrollo de la respectiva sociedad. Pero los años sesenta fueron particularmente propicios a las inversiones en educación. La formación de capital humano fue reconocida por aquel entonces, prioritaria para el desarrollo económico. El correlativo desarrollo social, espoleado por la democratización y la igualdad de oportunidades, así como el más o menos continuo crecimiento económico, crearon una progresiva demanda de servicios educativos en todos los niveles.

ALTIBAJOS

En ese empeño, las iniciativas y las acciones locales e internacionales fueron innumerables.

Los logros también han sido considerables en su conjunto, aunque marcados por profundos altibajos, ante el cúmulo y dada la gravedad de otras urgencias inmediatas. Esa realidad cambiante no ha dejado ver siempre, a todos los responsables, la absoluta prioridad que debía acordarse en favor de un esfuerzo continuado de formación, aprendizaje, investigación y especialización puesto al alcance de todos cuantos tienen el talento, la capacidad, y la voluntad perseverante de acceder y aprovechar tales oportunidades.

Aunque el Informe no lo recalca, lo cierto es que, durante estas últimas décadas, ha sido relativamente frecuente la extensión masiva de niveles y modalidades de enseñanza, la planificación de sistemas educativos en pro de una mayor democracia e igualdad o las reformas educativas globales y ambiciosas vinculadas al propósito de la calidad educativa y al principio de una educación permanente (continuada), a lo largo de la vida, dentro de una visión prospectiva del modelo de sociedad deseable para un futuro próximo. Eso ha sido así pese a la asignación muy dispar e irregular de los recursos necesarios y pese a la atención desigual de los muchos y muy complejos aspectos y problemas de ese conjunto, estrecha y necesariamente interrelacionado, que constituyen el mundo del saber y de la educación, inseparablemente vinculado, a su vez, a toda la problemática mundial y a sus posibles soluciones alternativas.

Lo que ha faltado sobre todo, una y otra vez, según también coincide el Informe, ha sido una visión amplia, unos objetivos prioritarios bien definidos, realismo en las estrategias y tácticas de la ejecución de los planes, autonomía suficiente de los centros educativos para el logro de una calidad total, medios financieros y materiales adecuados, aprovechamiento sensato de las nuevas tecnologías disponibles, actitud positiva y responsable en favor de la creatividad y de la innovación.

Tampoco han predominado el buen sentido necesario para adaptar todo ello a la identidad cultural y a las legítimas aspiraciones modelo de convivencia y progreso de cada sociedad, en el marco de una cooperación internacional activa y operante.

A mi modo de ver, la razón de tantas limitaciones y dificultades recurrentes es la falta de una conciencia política, social y económica de la opinión pública y de sus líderes sobre el papel decisivo que juegan los bienes de la educación para resolver los problemas mundiales más candentes y para lograr las respectivas metas nacionales más ambiciosas deseables a medio plazo, gracias a medidas, métodos y modalidades concretos y diferenciados para cada caso. Para ello hubiera sido esencial e indispensable promover y mantener un debate vivo, continuo, profundo, realista y directo entre todos los interlocutores (padres, alumnos, educadores, sectores productivos, administración, líderes religiosos, políticos, empresariales, sindicales...). Un debate sin altibajos oportunistas, que fuera aportando soluciones adaptadas a las cambiantes circunstancias, y que hubiera permitido evaluaciones cuantitativas y cualitativas periódicas objetivas a fin de retroalimentar las sucesivas mejoras y modificaciones. Tales empeños debían partir, en cualquier caso, de una propuesta referencial coherente. En España, por ejemplo, un Libro Blanco definió las orientaciones de la reforma global del sistema educativo, la cual se acometió en 1969 en aras de una educación permanente. Más aún y sobre todo, así se concibió el Informe "Aprender a ser" de la Comisión de la UNESCO, que presidió Edgar Faure (1972), en base al cual se perfilaron reformas en no pocos países. Pero, en aquel entonces el enfoque fue más limitado y oportunista, dada la coyuntura de revueltas universitarias, de marcado énfasis político, ante una sociedad «desarrollista» que se proyectaba linealmente con escasa imaginación hacia el futuro.

NADA ES SEGURO

Le desafío de nuestro tiempo es mucho más amplio. Estamos probablemente ante el surgimiento de una nueva era, de una nueva civilización en la que el trabajo es el bien más preciado en vez de una maldición divina, en la que las comunicaciones (los multimedia y el ciberespacio) ponen al alcance de todos una información casi inabarcable, en la que todo se globaliza mientras crece el conflicto con lo más próximo y local de cada cultura, y en la que casi todo es posible y nada es cierto.

Ante estos desafíos el Informe plantea con razón, no sólo una inmensa tarea educativa social y personal de cara al siglo XXI para formular y asumir nuevos conceptos de desarrollo y progreso (a la vez éticos, eficaces y viables) sino también un gran esfuerzo político, empresarial y cultural para lograr que cada sociedad adopte modelos de desarrollo acordes a su situación. Además, se necesita una educación que contribuya eficazmente a la convivencia democrática, a la tolerancia y al espíritu de solidaridad y de cooperación, tanto más ante un mundo en rápido y profundo cambio y dada la creciente independencia de los países, tal y como venimos insistiendo en el seno del Club de Roma.

La tarea es inmensamente difícil, tanto más que, si bien la educación ha coadyuvado de manera indiscutible a la ruptura con el pasado (al contribuir de forma decisiva a las grandes transformaciones sociales, al desarrollo económico y al progreso científico y tecnológico) la educación misma, en cambio, no ha roto nunca dramáticamente con éste, ni siquiera en el caso de las grandes reformas educativas llevadas a cabo con algún éxito. Por lo tanto, la educación vive en el pasado, porque el presente en el que se desenvuelve es ya profundamente diferente de la realidad en respuesta a la cual ha sido concebida. Es urgente, por tanto, al menos la adaptación flexible de la educación a las características de nuestra época además de acometer un gran esfuerzo prospectivo, con un horizonte de unos veinticinco años, que facilite una visión de la sociedad futura que es deseable y posible construir.

En esta encrucijada es evidente, como señala el Informe, que el sistema educativo y de aprendizaje que escoja cada país debe depender esencialmente de la sociedad que los conciudadanos deseen para ellos mismos. Asimismo, la formación, el aprendizaje y el entrenamiento de los futuros docentes de esa educación permanente renovada deben tener muy en cuenta sus propios derechos y responsabilidades.

Los seres humanos, y en especial los más jóvenes, queremos ser dueños de nuestro destino.

El futuro lo podemos y debemos tomar en nuestras propias manos, desde nuestros derechos, empezando por asumir todos nuestros deberes. En ese empeño necesitamos estar informados, disponer de conocimientos básicos interdisciplinarios y del conocimiento más avanzado en el campo de nuestra respectiva vocación y afanes concretos, siempre espoleados por el saber y la cultura universal. El hombre moderno sabe que necesita criterios para vivir en armonía con los valores que proclama.

Para ello, para poder ser plenamente hombre y convivir en paz, libertad y progreso en el siglo XXI, necesitamos educación, es decir aprendizaje, formación y profesionalización, además de adquirir hábitos y actitudes positivas. Y para que así sea, la sociedad en la que vivimos (empezando por la familia, la empresa, los gobiernos, las instituciones culturales, científicas y educativas) tiene que estar convencida del necesario esfuerzo colectivo para que cada cual y todos a la vez podamos hacer realidad ese sueño, esa esperanza, ese derecho, y esa oportunidad.

Pero sólo un debate abierto y continuo puede mover la voluntad política para lograr los recursos humanos y materiales, instaurar la sociedad del conocimiento y hacer del capital humano (hombres en los que se ha invertido para que dispongan de mejores bienes del espíritu) el principal recurso del planeta.



¿QUÉ ES EL ÉXITO?

¿QUÉ ES EL ÉXITO?


El aconsejar es un oficio tan común que lo usan muchos y lo saben hacer muy pocos ¿Que es el Éxito?
Para todos aquellos que han alcanzado el éxito y para quienes estamos en el camino para alcanzarlo.

En la entrevista sobre el éxito que le hace Issac Lee, de la revista PODER, al Destacado Mexicano Carlos Slim Helú, este dice:
“Yo creo que el éxito no está en lo económico.

Yo creo que una persona no es de éxito porque le va bien en los negocios o le va bien profesionalmente o saca 10 en la escuela.

Creo que eso es lo que menos vale. Lo que vale es tener los pies en la tierra, el concepto de la familia, los amigos (Pero los verdaderos amigos, ese que cuando te recuerda te llama, cuando sabe que estas mal en cualquier circunstancia te llama para saber si se te ofrece algo, ese que cuando te ve te da un abrazo sincero, ese que cuando te ve le da gusto saber que existes).

Apreciar las cosas que tienen valor !VERDADERO!, no material, no físico necesariamente. Pienso que a este concepto bien le puedo añadir una reflexión que me regaló mi madre:

El Éxito no tiene que ver con lo que mucha gente se imagina. No se debe a los títulos nobles y académicos que tienes, ni a la sangre heredada o la escuela donde estudiaste.

No se debe a las dimensiones de tu casa o de cuantos carros quepan en tu cochera. No se trata si eres jefe o subordinado; o si eres miembro prominente de clubes sociales.

No tiene que ver con el poder que ejerces o si eres un buen administrador o hablas bonito, si las luces te siguen cuando lo haces.

No se debe a la ropa, o si después de tu nombre pones las siglas deslumbrantes que definen tu status social.

No se trata de si eres emprendedor, hablas varios idiomas, si eres atractivo, joven o viejo.

El Éxito:

Se debe a cuanta gente te sonríe, a cuantas gentes amas y cuantos admiran tu sinceridad y la sencillez de tu espíritu.

Se trata de si te recuerdan cuando te vas.

Se refiere a cuanta gente ayudas, a cuanta evitas lastimar y si guardas o no rencor en tu corazón.

Se trata de que en tus triunfos estén incluidos tus sueños.

De si tus logros no hieren a tus semejantes.

Es acerca de tu inclusión con otros, no de tu control sobre los demás.

Es sobre si usaste tu cabeza tanto como tu corazón, si fuiste egoísta o generoso, si fuiste arrogante o humilde, soberbio o considerado, si fuiste exigente o tolerante.

Es acerca de tu bondad, tu deseo de servir, tu capacidad de escuchar y tu valor sobre la conducta.

No es acerca de cuantos te siguen si no de cuantos realmente te aman. No es acerca de transmitir, si no cuantos te creen si eres feliz o finges estarlo.

Se trata del equilibrio de la justicia que conduce al bien tener y al bien estar. Se trata de tu conciencia tranquila, tu dignidad invicta y tu deseo de ser más, no de tener más,

¡ESTO ES EL ÉXITO!

Analiza estos pensamientos ...

Un triunfador es PARTE DE LA SOLUCIÓN.

Un perdedor es PARTE DEL PROBLEMA.

Un triunfador dice: Debe haber una forma mejor de hacerlo. . .

Un perdedor dice: Esta es la forma en que siempre lo hemos hecho. No hay otra

Cuando un triunfador comete un error, dice: Me Equivoqué, y aprende la lección.

Cuando un perdedor comete un error, dice: "No fue culpa mía" y responsabiliza a los otros.

Un triunfador sabe que la adversidad es el mejor de los maestros.

Un perdedor se siente víctima durante las adversidades.

Un triunfador sabe que el resultado de las cosas depende de sí mismo.

Un perdedor cree que existe la mala suerte.

Un triunfador enfrenta los desafíos uno a uno.

Un perdedor rodea los desafíos y no se atreve a intentar.

Un triunfador se compromete, da su palabra y la cumple.

Un perdedor hace promesas, no se pone manos a la obra y cuando falla sólo se sabe justificar.

Un triunfador dice:

"Soy bueno, pero puedo mejorar".

Un perdedor dice: “No soy tan malo como otros".

Un triunfador sabe escuchar, comprende y responde.

Un perdedor interrumpe y no espera que llegue su momento de hablar.

Un triunfador respeta a aquellos que saben más y se preocupa en aprender algo de ellos.

Un perdedor se resiste a todos los que saben más y sólo se fija en sus defectos.

Un triunfador consigue "ver el bosque en su totalidad".

Un perdedor se fija sólo en el árbol que le toca plantar".

Un triunfador se siente responsable por algo más que por su propio trabajo.

Un perdedor no se compromete y siempre dice: Hago mi trabajo y ya es bastante.

Un triunfador trabaja mucho y dedica más tiempo para sí mismo.

Un perdedor está siempre muy ocupado o muy cansado y no tiene tiempo para los suyos.

No importa que tan fuertes sean tus creencias.

Si no usas tu sabiduría para crear cambios positivos sigues siendo parte del problema, no de la solución ....

Un triunfador como tú, comparte este mensaje...

A un perdedor el egoísmo lo ciega y no sabe compartir.

(Recopilado por el profesor Hipólito Yánac Rivera)