sábado, 22 de abril de 2017

TRISTE REALIDAD DE LOS MOLINOS DE “ANTAY MOZO” Y “TAMBO INDIO”


TRISTE REALIDAD DE LOS MOLINOS DE “ANTAY MOZO” Y “TAMBO INDIO”

Hermanos cajatambinos, como dijo César Vallejo, en su poema “LOS NUEVE MONSTRUOS”: “Hay, hermanos muchísimo que hacer”, paradójicamente esa es la realidad de Cajatambo, tanta desidia de nosotros sus hijos que no valoramos lo que nuestros ancestros pudo hacer con todas sus limitaciones; que ahora, a pesar de los adelantos de la ciencia y la tecnología los cajatambinos estamos como el cangrejo caminando por atrás.

Particularmente, yo, aplaudo la iniciativa de RAYMUNDO HÍJAR; pero, con los molinos de piedra que allí están sepultados podríamos construir una nueva infraestructura, tanto en el molino de “Tambo Indio” como el de “Antay Mozo”.

En vista que el Alcalde no tiene iniciativas, sería interesante recurrir al Patronato que se formó y creo que ha sido flor de un día; pero, hay que impulsarlo para que nos avoquemos hacer realidad la reconstrucción del patrimonio cultural de los molinos de Cajatambo; dicho de paso, han tenido su historia en la vida económica, social y cultura de nuestro Cajatambo de antaño.

Quisiera hacer un pequeño comentario personal. Hay mucho que decir. Primeramente se encuentran en estado de abandono y destrucción por desidia de los mismos paisanos residentes en Cajatambo. En los años gloriosos, las comunidades se encargaban de su mantenimiento, todos los años el primero de enero (año nuevo) los Alcalde Pedáneo de las comunidades al hacer el cambio de vara (Varayoc) iban a los molinos para ver su estado y dar posesión al nuevo concesionario que iba conducir los molinos. En esos tiempos los molinos eran de necesidad y utilidad pública para moler la jora para la elaboración de la chica y su venta en la calle Gorgor, en la Calle embudo, en la calle de Andahuylas, en la calle de la señor Adolfina y en San Pablo, cuya actividad era permanente. Por otro lado, Los molinos funcionaban para moler el trigo y obtener la harina para amasar y elaborar los riquísimos bollos, la semita para consumo de cada familia, así como para la elaboración de los panecillos en épocas de fiestas: la Semana Santa, la fiesta de las Aucas, la fiesta Patronal, la Trilla de Trigo, para Todos los Santos, etc., etc.. Además, estaban obligados a mejorar las acequias para dotar de agua a los molinos; sus tomas eran bien cuidados. Por otra parte, la población demográfica era creciente, pero, con la migración y la formación de las colonias cajatambinas en Huacho, Lima ha habido un despoblamiento; así como otros factores que han influido en la idiosincrasia y el nuevo comportamiento de la nueva gente cajatambina. Hay mucho más que comentar, para recordar suficiente. Pero, interesante la idea, debemos valorar como restos culturales de nuestro pasado y convertir en lugares turísticos como lo hacen otros pueblos del que conozco.

Me permito acompañar algunas fotos de la triste realidad en que se encuentran los molinos de antaño. En verdad da pena.





POEMA DE CÉSAR VALLEJO

LOS NUEVE MONSTRUOS



Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tanta cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rosseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar...
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más).
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardido¹!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.
autógrafo


domingo, 16 de abril de 2017

viernes, 14 de abril de 2017

AMOR A UNA MADRE
(Autor: Hipólito G. Yánac Rivera)

Bajo el diáfano cielo azul Cajatambino,
de una mañana del  13 de Marzo de 2017,
entre la frescura y el aroma  de las flores
amarillas de los rábanos, y
el vendaval  de los eucaliptos y alisos

bajo la mirada del San Cristóbal
estaba junto a mi madre
en el Campo Santo de Tabín,
donde descansa mi madre
para decirle que estaba presente
y compartir nuestros sentimientos
como si fuera ayer, y
que perdurará por siempre.