miércoles, 7 de noviembre de 2012

RECUERDOS DE UN AMANECER CAJATAMBINO


RECUERDOS DE UN AMANECER CAJATAMBINO

(Nota introductoria: El presente artículo responde a una entrevista que me hiciera el Sr. Ulíses Requejo Armas, como conductor de una radio por INTERNET, quien al preguntarme me hizo la siguiente pregunta: ¿Cuál era la impresión más importante de mi niñez?; al responder le manifesté, lo que, más me impresionó en mi niñez fue el amanecer cajatambino).

Al hojear las páginas de mis recuerdos encuentro en mi pensamiento, lo maravilloso que era un amanecer cajatambino, un acontecimiento matizado de fenómenos naturales, como el destellar de la aurora, el cantar bullicioso de los pájaros como alabanzas al Divino Hacedor, el bramar de los animales como agradeciendo la bondades de la naturaleza, el aroma de las flores del campo, los rayos fulgurantes del sol y las actividades matutinas del poblador cajatambino.

El mes de mayo era el mes más florido, para Cajatambo el mes primaveral, donde todos los campos estaban cubiertos de verdor, flores, aromas; era un amanecer que representaba la creación divina de la naturaleza.

Al relampaguear (fulgurar) del crepúsculo (alba, aurora) se podía  contemplar un amanecer cajatambino acompañado del trinar de los "gorriones" (pichuychancas) como el cantar melodioso de los “cuculíes”, así como el silbido elegante del “ruiseñor” (Picuruy) que parecían elevar sus plegarias (adoraciones) al Divino Hacedor.

El amanecer cajatambino del mes de mayo, era un acontecimiento indescriptible porque se matizaban entre el alba, la frescura de la mañana con el aroma de las flores de la papa penetrante hasta el fondo del corazón; el aroma de las flores de las habas que al percibirlos era como si inundaran lo más hondo de nuestro ser. El aroma de las flores del rábano, flores que cubrían como un manto amarillento todos los parajes (campos) cajatambinos.

Conforme pasaban los minutos se empezaba a escuchar el aleteo y el quiquiriquí de los gallos anunciando el amanecer de un nuevo día; siendo muy divertido escucharlos, ya que, unos cantaban por “Gayán”, otros por “Hualpahuayi”, “Cruzpata”, “Muñapampa” o en “Astobamba”, pero, entre ellos parecían responderse unos a otros con tonos diferentes, dando la sensación de alegría, melancolía, dando un tono característico al amanecer cajatambino.

El frío de la mañana era muy intenso porque se acentuaba con las heladas de la temporada, por lo que, para mitigar el frío se tenían que abrigar los varones con su poncho, chalina y sombrero; y las damas se protegían con sus mantas multicolores tejidas con lana de oveja o su pañolón y su sombrero de paja hormado con azufre adornado con su cinta negra.

Conforme iba aclarando el día los hermanos cajatambinos empezaban con sus actividades agrícolas, unos se dirigían a las tomas de los canales de riego para encausar las aguas a sus terrenos de cultivo para regar sus alfalfares, o cementeras de trigales, habas o maizales: otros se disponían a ordeñar leche a sus vacas, niños que iban arriando sus asnos, sus chanchos para dejarlos en el campo; era un accionar de todas las familias.

Ya aclarado el día, en el cielo cajatambino en su firmamento  azulado y límpido se apreciaba la aparición de los rayos fulgurantes del sol por el lado este en las cumbres de “Huaylashtoclanca”, por el oeste sus rayos luminosos que brillaban en los cerros de Poquián, Copa, por el lado sur en el cerro “Cuntuyojh” y la planicie de “Paricayán” y por el norte iluminando la cima del majestuoso guardián del cerro “San Cristóbal”.

Al mismo tiempo con el fulgor del sol naciente se podía notar como se levantaban las humaredas de las cocinas de las casas del pueblo cajatambino y Astobambino, señal que indicaba que las mamás empezaban a encender sus fogones de leña para preparar el desayuno que era muy variado. Algunos preparaban en base a leche que acababan de ordeñar, otros preparaban el suculento “Chupe verde” (Ayaj chupi) con su cancha de maíz amarillo o rojo; así como también su mate de “cedrón”, “Yerbaluisa” o “pimpinela” acompañado con su “Cuhuay” (papa asada en el fogón) o papa sancochada con su queso o con su cancha y su queso. Algunos degustaban con su “bollo” o “Cemita” elaborado por ellos mismos en los hornos de doña Adolfina, de doña Eugenia o de don Zenón Ticerán.

En algunas casas se percibía el olor del popular “calentado cajatambino”, lo que nos hacía suponer que empezaban a celebrar el cumpleaños de algún miembro de la familia y seguidamente se percibía el olor característico del “Ponche de chicha de jora”.

Mientras todo esto sucedía, los rayos solares bajaba por “Ocopata” minuto a minuto constituyendo el reloj natural que marcaba la hora para ir a la escuela. Cuando los rayos solares llegaba a la población de “Astobamba”, indicaba que estaba marcando las 7.30 a.m. momentos en que se escuchaba el primer campanazo que era la “Primera”; y cuando inundaba los rayos solares toda la población de Cajatambo marcaba las 8.00 a.m., momentos en que se escuchaba el segundo campanazo al que llamábamos la “Segunda”, indicando la formación para empezar las clases en las Escuelas Prevocacionales Nº 371 de Varones y Nº 372 de Mujeres. Así, pasamos los maravillosos años de nuestra infancia y adolescencia en nuestro querido Cajatambo, ¡Recuerdos inolvidables!
 HIPOLITO G. YÁNAC RIVERA