jueves, 21 de abril de 2016

LECTURAS REFLEXIVAS: "EL MITO DE LA MEDIA NARANJA"

EL MITO DE LA MEDIA NARANJA

(Lecturas Reflexivas compiladas por el Lic. Hipólito Yánac Rivera, en los eventos de las Jornadas Pedagógicas  durante su vida profesional).

Muchas veces hemos escuchado las frases “mi alma gemela”, o “mi otra mitad”. En Latinoamérica es muy común denominar al cónyuge o novio como “mi media naranja”. Esto refleja la idea que se tiene de la pareja…

         Se entiende que una buena pareja es el afortunado encuentro de dos mitades.

         Podemos encontrar en todo el mundo el mismo simbolismo asociado, por ejemplo, con las dos mitades de un corazón. Sin embargo, ninguna de estas imágenes debe producir entusiasmo. Por el contrario, deben producir preocupación. La peculiar matemática del amor, esa de la media naranja, quiere hacernos creer que para formar una pareja se necesita el encuentro fortuito de dos seres humanos partidos por la mitad.

         Es preferible no utilizar esa definición, porque alimenta malentendidos y produce sufrimiento. Es preferible ver a la pareja como al conjunto de dos individuos que libremente eligen viajar juntos por la vida y que ambos entienden que son dos personas completamente diferentes y únicas, con distintas personalidades, emociones, deseos, propósitos, creencias y pensamientos.

         Contradiciendo a la teoría de la naranja, es preferible no estimular la búsqueda de una persona considerada como una mitad suplementaria sino el encuentro de otra persona completa. Una persona que nos atraiga, conmueve y transporte a una mejor manera de ser nosotros mismos.

         No otra mitad, una media naranja, sino tal vez una hermosa e interesante manzana.

         Los seres humanos, como las frutas, venimos indiferentes sabores, texturas, tamaños y tipos. Cuando dos se encuentran y comienzan la infinita tarea de construir una pareja funcional, pronto descubren que no suplen sus necesidades. Es imposible definir el amor, simplemente hay que expresarlo. Se expresa más fácilmente cuando los amantes se conceden mutuamente un espacio en sus corazones, reconociendo la existencia del otro como singular y diferente.

         En ese juego sagrado e interactivo aprendemos a compartir afinidades y diferencias, alimentándonos como individuos y como miembros de una pareja. Una pareja que sufre puede dejar de sufrir, es decir, puede transformarse en una pareja funcional. Para ello, solamente se necesitan  tres ingredientes: Compromiso, dedicación y amor.


“El dinero es buen sirviente pero un mal amo”

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