MIS CUENTOS
TOMÁS EL DIABLO
(Autor: Profesor Hipólito G. Yánac Rivera)
Tomás
era un hombre aproximadamente de unos cuarenta años. Tenía la cara desfigurada
por la huta (enfermedad producida
por la picadura de un insecto, el que se infectaba y a consecuencia de ello se
iba destruyendo la dermis y epidermis de la piel, localizándose generalmente en
la cara, la nariz, la oreja), motivo por el cual a Tomás le llamaban el
“diablo” porque tenían el rostro totalmente desfigurado, dando la impresión que
era un diablo.
Nadie
sabía cuál era la procedencia de Tomás; algunos se preguntaban:
- ¿De
dónde habrá venido este pobre hombre?
- Otros
decían: - Ha aparecido de un momento a otro.
- Don
Ruperto que era un poblador experimentado, aclaró:
- Desde
que ha aparecido este hombre se ha asentado en Carhuán, una quebrada totalmente
inhóspita, vive en una cueva sin provisiones, y de vez en cuando aparece en la
población haciendo derroche de dinero y embriagándose hasta quedar inconsciente
y estar tirado en las calles del pueblo. Luego de su derroche en la población
desaparece en forma inesperada, retornando a su refugio. Lo insólito del caso
es que, en su asentamiento hace proezas sorprendentes que cualquier humano no
podría hacerlo.
- Agregó
don Ruperto:
- Todos
le tienen miedo, es por eso que, nadie le conversa, más por el contrario se
burlan de él llamándole ¡Tomás el Diablo!
Don
Ruperto, hizo reminiscencia de las proezas que hacía y dijo:
-
Construye irrigaciones desviando el agua del río para llevar a pequeñas
parcelas de tierra firme para cultivarlos, con herramientas rústicas y por
lugares inaccesibles, moviendo rocas inmensas a fuerza bruta sin ayuda de
nadie.
Asimismo,
don Ruperto, hizo un recuento como era ese paraje, y decía: - sólo existía un
camino muy antiguo que era de los gentiles (personajes de tiempos inmemoriales
que según dicen procedían del demonio o el diablo).
A
todo esto, don Fulgencio, otro poblador de mucha experiencia, aclaró:
- Tomás,
cuando alguna persona ocasionalmente intenta pasar por esa quebrada, ¡Tomás el
Diablo! aparece sentado sobre una roca en lo alto del cerro, y conforme el visitante
prosigue su camino ¡Tomás el Diablo! aparece por arte de magia sentado en otra
parte del cerro.
Frente
a este relato de don Ruperto y don Fulgencio, las personas que les escuchaba
decían:
- Verdaderamente Tomás es un Diablo; y los
más pequeños al escuchar todo este relato se aferraban de la falda de sus
mamás, balbuceando: ¡ay!, ¡qué miedo!, no quiero verlo a ¡Tomás el Diablo!
El
secreto de ¡Tomás el Diablo!, era que tenía unos pasadizos subterráneos que se
intercomunicaban de un lugar a otro, y él
se deslizaba como si fuera una vizcacha.
Por
su parte, ¡Tomás el Diablo!, se jactaba de tener poderes de adivino, quien con
lujo de detalles explicaba en la plaza del pueblo cuando hacía sus apariciones
repentinas. ¡Tomás el Diablo!, se ubicaba en la parte central de la plaza de
armas del pueblo, y en un acto ceremonioso anunciaba a la gente:
- ¡Señores
y señoras!, lo que les voy a decir son
hechos o acontecimientos que van a suceder y que ustedes podrán ver, observar,
tales como:
- En este año, en los meses de invierno habrá
lluvias torrenciales produciendo huaycos, inundaciones; los cultivos serán
arrasados por lodo y piedras. A consecuencia de estos desastres mucha gente
padecerá de hambre y necesidad.
En verdad, tal como había anunciado ¡Tomás el
Diablo!, en los meses de invierno se producían desastres con consecuencias
fatales para los nativos, perdían sus cultivos, sus animales, sus viviendas; la
gente se quedaba al desamparo.
En otra ocasión, en sus peroratas decía:
- En
mis sueños me han revelado que habrá epidemias
que arrasarán con todas las poblaciones y habrá muchas muertes; también
habrá tempestades, temblores, eclipses.
Después de transcurrido un determinado
tiempo, efectivamente se cumplía sus pronósticos tal cual había anunciado.
“Tomás
el Diablo” poco a poco fue asentándose en el lugar convirtiendo el pequeño
valle en un lugar próspero, ya que, debido al clima cálido de dicha zona, en
los terrenos que había dotado de agua, sembraba camote, yuca, ají, árboles
frutales como: mangos, plátanos, paltos, manzanos; cuya producción era
fabuloso, fuera de lo normal, convirtiéndose
en un fruticultor exitoso. Semanalmente bajaba cajones sobre cajones de estas
frutas a la carretera para ser embarcados hacia la costa para su
comercialización. Es así que, “Tomás el Diablo” con su esfuerzo, tenacidad y
constancia hizo que mejorara su condición económica acumulando una gran
fortuna.
En
vista de haberse convertido en un próspero negociante, empezó a contratar
peones para producir en mayor escala y cada vez mejor; para sacar sus productos
mandó construir su carretera propia, en vista que el pequeño valle estaba muy cerca de la carretera troncal que
pasaba por la zona. Compró un camión para transportar todo sus productos directamente
al mercado mayorista con chofer propio, por tanto, ya no tenía que estar
bajando los cajones de fruta a fuerza bruta. Asimismo, mandó instalar energía
eléctrica de la central hidroeléctrica que funcionaba a un kilómetro del lugar;
por otra parte, hizo construir un chalet para su vivienda y uso propio, y para
sus peones mandó construir pequeñas viviendas a un extremo de su pequeño fundo,
instalando todos los servicios básicos que toda población necesita,
convirtiéndose en un valle prodigioso y bello.
“Tomás
el Diablo”, siempre mantenía su intimidad de manera reservada, teniendo como
compañía a su perrita llamada “Chelita”, a la que le vestía como si fuera una
dama y le tenía todas las consideraciones del caso. La perrita por su parte le
obedecía todo lo que le decía “Tomás el Diablo”; así cuando le decía:
- Chelita
¡siéntate!, la perrita se sentaba,
- ¡baila!
y bailaba,
- ¡camina
en dos patitas!, caminaba en dos patas;
También,
le obedecía otros mandatos u órdenes que le daba su dueño:
-
¡Chelita!, tráeme mis zapatos. Ella, obediente le llevaba sus zapatos.
Cuando
le decía:
-
:¡Mira quién viene!, la perrita salía corriendo y se subía a un pequeño morro y
divisaba.
-
Si la persona era mujer decía: ¡guau…
guau! , ¡guau … guau! Si la persona era varón decía: ¡Guau … guauuuuuuuuuuu!; entonces ¡Tomás el Diablo! ya sabía que la
persona que se aproximaba era mujer o era varón. Es decir, cumplía los mandatos
como si fuera una hija. Al ver todo esta transformación, la gente creía que
Tomás era un verdadero diablo.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario