"ENCANTO EN UN PANTANO O LODAZAL"
(Autor: Profesor Hipólito G. Yánac Rivera)
Era una vez, época
de una fiesta costumbrista en un pueblo de la serranía. Daniel, un padre de
familia, luego de haber espectado la fiesta costumbrista de su pueblo, decidió
viajar a su “estancia” (un lugar o paraje en la puna donde tenía su choza).
Daniel, salió del pueblo cabalgado de su yegua “Chimba”, aproximadamente siendo
las seis y media de la tarde, con
dirección a su estancia donde tenía una manada de ovejas que estaba al cuidado
de su familia.
Para llegar al
lugar de su destino, tenía que recorrer un camino largo y abrupto, cruzar
diferentes parajes, así como debía cruzar diferentes riachuelos y ríos. El viaje se le hacía ameno
e iba tarareando la música que había escuchado, recordando los pasajes y las
mudanzas realizados por los bailarines o danzantes de la fiesta.
La yegua “Chimba”
era conocedora del camino, un animal muy noble y hábil, además tenía la
habilidad de detectar cualquier elemento extraño o la presencia de algún animal
en su camino. Daniel, confiado en su yegua “Chimba”, conforme iba
anocheciéndose empezó a cantar y silbar para alegrar la soledad de la noche y
lo inhóspito del camino, acompañado de la fulgente (brillante, resplandeciente,
luminoso, radiante, esplendoroso) luna llena que iluminaba toda la pradera como
si fuera de día.
Daniel,
casi cerca de su destino, tenía que cruzar un riachuelo que se encontraba en
una hoyada larga para luego empezar a subir una pequeña cuesta. Y cuando
estaban casi por culminar la cuesta, de pronto la yegua “Chimba” se puso
nerviosa, haciendo que sus orejas empezaran a oscilar hacia adelante y atrás y
produciendo un ronquido con sus fosas
nasales, plantándose y golpeando el suelo con el casco de su pata delantera;
por lo que, Daniel trató de hablarle a su yegua:
- ¿Qué te pasa
Chimba?, ¿Qué has visto?, pero, la yegua seguía golpeando el suelo con el casco
de su pata delantera y produciendo ronquidos con sus fosas nasales; por lo que,
Daniel decidió apearse y jalando a “Chimba” con las riendas logró culminar la
subida.
Daniel, ya en la cima
se paró para descansar para luego proseguir con su viaje, y al divisar toda la
planicie con el resplandor de la luna llena, y al fijar su mirada hacia los
pantanos o lodazal lleno de totorales que estaba al costado del camino, se
percató que aproximadamente ocho cerdos (chanchos) enormes de color rojizo se
encontraban comiendo, que, al sentir la presencia de Daniel como de su yegua
“Chimba”, inmediatamente se introdujeron en el pantano gruñendo con el rabo
levantado y expulsando espuma por la boca, haciendo que el totoral crujiera con
un sonido estruendoso: ¡Crash…Crash…Crash!, oscilándose de una lado a otro y
abriéndose como una gran avenida, haciendo que Daniel se quedara estupefacto,
confundido no sabiendo por dónde ir, ya que, el camino se le había desaparecido;
quien sólo atinó cabalgarse de “chimba” y galopar.
Como la Yegua
“Chimba” era conocedora de la ruta y del camino el animal le condujo hasta
llegar a su estancia que estaba muy cerca del lugar del encanto, llegando a su
choza arrojando espuma por la boca por el susto que le había ocasionado los
enormes cerdos.
Los familiares de
Daniel al notar su presencia a altas horas de la noche, se levantaron de lo que
estaban durmiendo y pudieron notar que estaba mal y estaba arrojando espuma por
la boca.
Entonces, María su
esposa, le preguntó:
- ¿Qué te ha
pasado, por qué estas así?
Daniel, con voz
entrecortada pudo relatar todo lo sucedido con lujo de detalles.
María, le dijo: -
Gracias a Dios no te han atacado, pudieron haberte matado.
En verdad, el caso
hubiera sido fatal, si Daniel hubiera sido sorprendido primero por los cerdos;
éstos los hubiera atacado introduciéndole dentro de los totorales
desapareciéndole para siempre o de lo contrario le hubieran chupado la sangre
abandonando su cuerpo sin dejar huellas de haber sido maltratado, lo que
demostraría que su sangre habría sido succionado por seres mágicos o
endemoniados.
Lo curioso del
caso es que, en el lugar nadie criaba
cerdos, por lo que, era extraño la presencia de estos animales; pero, Daniel indagando
llegó a comprobar por las referencias de los vecinos que, en ese lugar se
producían diferentes tipos de encantamientos y que existían seres endemoniados
que atacaban a las personas débiles de carácter que pasaban por allí.
FIN
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