ENCANTO DE LAS OVEJAS BLANCAS
(Autor: Profesor Hipólito G. Yánac Rivera)
En
un paraje o lugar inhóspito (agreste, deshabitado, solitario), llamado estancia
vivían unos pastores de ovejas, que por su ubicación infundían melancolía
(nostalgia, soledad, añoranza). Estas personas vivían aisladas de la mayoría de
la población, haciendo una vida de ermitaño (solitario); siendo su compañía sus
ovejas, sus gallinas, el gallo que le daba la hora y que le anunciaba el
anochecer y el amanecer de un nuevo día. Sus perros eran fiel compañero que,
ahuyentaban los malos espíritus y les protegía de las personas extrañas que les
podían hacerle daño o podían robarle sus pertenencias, sus animales o ahuyentar
a los zorros que iban a cazar sus ovejas para comérselos.
La
vida de los pastores era monótona que, luego de tomar sus alimentos en las
mañanas salían conjuntamente con sus ovejas para pastarlos. Éstas al salir del
corral, empezaban a caminar buscando el pasto para su alimentación sin
detenerse en un solo sitio, alejándose de la choza seguida por la pastora y sus
perros.
En
esta actividad del pastoreo las ovejas se desesperaban por dirigirse a los
“oconales” o “humedales” (pequeñas praderas ubicadas en el ojo de los
manantiales formando unos pantanos o
lodazales por la filtración de las aguas), buscando el pasto verde, mientras
que las pastoras se encontraban entretenidas con su hilado o tejido. En
éstos oconales, pantanos o lodazales
pocas veces se les permitía hacer el pastoreo porque estaban contaminados por
larvas de la “alicuya” propagados por la orina y el estiércol del ganado
caballar; en consecuencia las ovejas eran infectadas por estas larvas que se
localizaban en el hígado del ganado aniquilándolo hasta la muerte.
Pero,
por fuerzas de la naturaleza, coincidentemente con los movimientos de la luna nueva,
las ovejas mágicamente eran atraídas a esos pantanos o lodazales y se ubicaban
alrededor de la fuente del manantial que, a la vez, la pastora por alguna
fuerza mágica era distraída del cuidado de las ovejas quedándose dormida o
algunas veces repentinamente se anublaba cubriendo de neblina toda la zona
donde se encontraban comiendo las ovejas obstaculizando la visibilidad de la
pastora; y preciso momento en que se producía el “encantamiento”, en que unas
“ovejas blancas” como si fueran burbujas de agua, empezaban a salir del ojo del
manantial unas tras de otras confundiéndose con las ovejas de la pastora,
aumentando significativamente la cantidad de ovejas de la manada; cuya
finalidad era confundirse con las ovejas de la pastora para luego introducirlos
y desaparecerlo por el ojo del manantial.
Si
éste fenómeno era percibido (visto, mirado u observado) por alguna persona
extraña o por la misma pastora antes que las ovejas del encantamiento empezaran
a retornar por el ojo del manantial; era preciso sorprenderlos arrojando a la fuente del manantial cualquier prenda
(ropa), a fin de que las “ovejas blancas” no pudieran retornar al ojo del
manantial, evitando así que se llevaran a las ovejas de la pastora y lo
desaparecieran dentro del manantial. Las “ovejas blancas” del encantamiento que
no podían retornar dentro del manantial y que se quedaban como parte de la
manada, posteriormente iban muriendo inesperadamente sin motivo alguno
hasta no quedar ninguno de ellos.
Pero,
si las “ovejas blancas” por el contrario sorprendían a la pastora sin que ésta
se diera cuenta, las “ovejas blancas” volvían a introducirse por el ojo del
manantial llevándose consigo todas las ovejas de la pastora desapareciéndolas para siempre.
En
una ocasión, los dueños de la estancia al comprobar que algunas de éstas
“ovejas blancas”, habían quedado como parte de la manada luego del encanto,
trataron de sacrificarlos para comprobar si eran como las ovejas verdaderas, dándose con la sorpresa
que su lana no era como la de una oveja normal, ya que su lana era rara que no
servía para el tejido; así como su carne era muy desagradable y de olor
pestilente que no se podía comer.
Fin
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