EL MITO DE LA MEDIA NARANJA
Muchas veces hemos escuchado las
frases “mi alma gemela”, o “mi otra mitad”. En Latinoamérica es muy común
denominar al cónyuge o novio como “mi media naranja”. Esto refleja la idea que
se tiene de la pareja…
Se
entiende que una buena pareja es el afortunado encuentro de dos mitades.
Podemos
encontrar en todo el mundo el mismo simbolismo asociado, por ejemplo, con las
dos mitades de un corazón. Sin embargo, ninguna de estas imágenes debe producir
entusiasmo. Por el contrario, deben producir preocupación. La peculiar
matemática del amor, esa de la media naranja, quiere hacernos creer que para
formar una pareja se necesita el encuentro fortuito de dos seres humanos
partidos por la mitad.
Es
preferible no utilizar esa definición, porque alimenta malentendidos y produce
sufrimiento. Es preferible ver a la pareja como al conjunto de dos individuos
que libremente eligen viajar juntos por la vida y que ambos entienden que son
dos personas completamente diferentes y únicas, con distintas personalidades,
emociones, deseos, propósitos, creencias y pensamientos.
Contradiciendo
a la teoría de la naranja, es preferible no estimular la búsqueda de una
persona considerada como una mitad suplementaria sino el encuentro de otra
persona completa. Una persona que nos atraiga, conmueve y transporte a una
mejor manera de ser nosotros mismos.
No otra
mitad, una media naranja, sino tal vez una hermosa e interesante manzana.
Los
seres humanos, como las frutas, venimos indiferentes sabores, texturas, tamaños
y tipos. Cuando dos se encuentran y comienzan la infinita tarea de construir
una pareja funcional, pronto descubren que no suplen sus necesidades. Es
imposible definir el amor, simplemente hay que expresarlo. Se expresa más
fácilmente cuando los amantes se conceden mutuamente un espacio en sus corazones,
reconociendo la existencia del otro como singular y diferente.
En ese
juego sagrado e interactivo aprendemos a compartir afinidades y diferencias,
alimentándonos como individuos y como miembros de una pareja. Una pareja que
sufre puede dejar de sufrir, es decir, puede transformarse en una pareja
funcional. Para ello, solamente se necesitan
tres ingredientes: Compromiso, dedicación y amor.
“El dinero
es buen sirviente pero un mal amo”
No hay comentarios:
Publicar un comentario