UNA VISITA A LA
ESTATUA DE LA LIBERTAD EN LA ERA TRUMP
En los primeros días del gobierno Trump y tras su
decisión de implementar un veto migratorio, visité un icono estadounidense que
le da la bienvenida a los inmigrantes desde la isla de la Libertad.
Por SAM
HODGSON 2 de febrero de 2017
isla de la Libertad.
Fue la primera vez que la fui a visitar desde que
sucedió. Llegué al Parque del Puente de Brooklyn y ahí, a la distancia, se
erguía: alta, orgullosa, tan elegante como la había dejado.
La señora Libertad, mejor conocida como la Estatua
de la Libertad, ha simbolizado desde hace mucho tiempo la puerta de entrada a
la tierra de las oportunidades, un icono de bienvenida para los inmigrantes que
llegan al puerto de Nueva York. Después de que el presidente Trump firmó la
orden presidencial que suspende la entrada de refugiados y bloquea la admisión
de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, quise ir a verla.
“Esta noche, las lágrimas corren por las mejillas
de la Estatua de la Libertad”, dijo recientemente el senador de Nueva York,
Charles Schumer, el líder de la minoría demócrata. No hay duda de que muchos de
sus admiradores también estaban tristes.
Así que en el fin de semana me fui a mirar a la
señora Libertad desde algunos puntos de la ciudad de Nueva York. Comencé con mi
lugar favorito en el Parque del Puente de Brooklyn, donde me encontré a Mike
Gibson, un residente del vecindario de Dumbo, mientras llevaba a cabo su sesión
semanal de tai chi junto a su amiga Liz McGill.
Mike Gibson practicando tai chi en el
Parque del Puente de Brooklyn el domingo; al fondo está la Estatua de la
Libertad. CreditSam Hodgson para The New York
Times
Gibson dijo que considera a la estatua, así como a
los transbordadores, el agua y el horizonte, como fuerzas familiares que
constituyen un punto de equilibrio. Es un estadounidense de decimotercera
generación que se consuela con la idea de que este país tenga un emblema de la
libertad y la migración y no tenga un monumento para excluir a la gente.
Sin embargo, tanto Gibson como McGill dijeron que
la presencia constante e inamovible de la estatua puede provocar que lo que
representa parezca algo normal.
“Nosotros mismos damos por sentada nuestra
situación, y no podemos hacerlo más”, dijo McGill, una ciudadana británica que
tiene un permiso de residencia permanente. “Para ser honestos, puede parecer
increíble que la gente la haya erigido”.
Desde ahí, tomé el tren A hacia la calle Fulton en
Manhattan. Caminé a lo largo de Broadway hasta el Cañón de los Héroes, donde la
señora Libertad era omnipresente en forma de chucherías y recuerditos. David
Matheis instalaba su puesto ambulante en la banqueta cuando me detuve a
conversar con él.
David Matheis vendiendo recuerdos de la Estatua de
la Libertad en la calle Broadway en el sur de Manhattan. Dijo que en estos
tiempos de cambio podría ser necesario que se modifiquen las políticas
migratorias. CreditSam Hodgson para The New York Times
Matheis, quien dijo haber servido en el Ejército de
Estados Unidos en la División Aérea 101, no apoya a Trump. Sin embargo,
argumenta que el país está agobiado por sus deudas y sus propios problemas
internos, por lo que puede ver la necesidad de prohibir la entrada de
inmigrantes a Estados Unidos.
“Son tiempos de cambio”, dijo. “Y la señorita
Libertad… supongo que tendrá que adaptarse”.
Después, bajé al Parque Battery, en la punta sur de
Manhattan, y luego de una revisión rápida de seguridad, me embarqué en el
transbordador hacia la isla de la Libertad, donde vive la señora. Abordo conocí
a Elizabeth Rodriguez, de 31 años, y a su hija Oneylis Zapata.
Elizabeth Rodriguez y su hija Oneylis Zapata.
Rodriguez visitaba la isla de la Libertad por primera vez. CreditSam Hodgson
para The New York Times
Rodriguez, que nació en Estados Unidos y creció en
Puerto Rico, se dirigía a la isla de la Libertad por primera vez. Dijo que
siempre había considerado a la estatua como un símbolo de libertad pero le
preocupaba que los cambios en Estados Unidos le impidieran, como madre soltera,
criar a su hija en este país. Así que estaba visitando los lugares más
importantes mientras podía.
“Simplemente estoy visitando todo lo que pueda
ahora porque en el futuro no sé si estaré aquí”, dijo.
Jon Green, quien traía puesta una corona que compró
en la tienda del bote, visitaba la isla de la Libertad junto con su familia y
algunos amigos como respuesta al mandato presidencial del presidente Trump.
Jon Green con su corona en el transbordador hacia
la Estatua de la Libertad. La estatua “simboliza darle la bienvenida a todos,
ser un santuario y un refugio”, dijo. CreditSam Hodgson para The New York Times
“Estados Unidos es un país único en muchos
sentidos”, dijo. “Una de las pocas cosas que realmente nos engrandecen es lo
que esto simboliza. Simboliza darle la bienvenida a todos, ser un santuario y
un refugio. Y ya que estas cosas están siendo atacadas, sentimos que es
importante honrar y reconocer y detenerse un momento para apreciarlo. Además,
debemos enseñar a nuestros hijos cuáles son las cosas que valoramos”.
Uno de los amigos de Green, Eugene Strupinsky, alzó
la voz para decirme que era un refugiado “de la vida real”.
Eugene Strupinsky, que migró desde Rusia, paseaba
por la isla de la Libertad. “No somos un país serio sin inmigrantes y
refugiados”, dijo. CreditSam Hodgson para The New York Times
Strupinsky, que inmigró desde Rusia en 1990, dijo
que el significado de la estatua no ha cambiado para él, pero hasta ahora
sintió la necesidad de visitarla.
“La estatua es un símbolo”, dijo. “Mi visión sobre
la estatua no ha cambiado. Es un faro que le da la bienvenida a todos los
inmigrantes y refugiados. Y no somos un país serio sin inmigrantes ni
refugiados”.
Después de llegar a la isla de la Libertad crucé el
parque, pensando sobre lo que la estatua significa para mí y tratando de tomar
fotografías que reflejaran cómo luce y se siente en este momento y lugar.
CreditSam Hodgson para The New York Times
Subí los 200 escalones hacia el pedestal sobre el
que se yergue la señora Libertad, y ahí conocí a Rachel Jennings y Shilpa
Anturkar, quienes venían desde Chicago. Ellas también habían sentido la
necesidad de visitar la estatua por los sucesos políticos de los días
anteriores.
“Quizá el presidente podría regresar a Nueva York”,
dijo Jennings. “Es decir, él dice que Nueva York es su casa. Quizá podría
regresar y tomarse un momento para observar la Estatua de la Libertad”.
Anturkar se conmovió hasta las lágrimas cuando
habló de cómo su percepción de la señora Libertad había cambiado.
De izquierda a derecha: Rachel Jennings y Shilpa
Anturkar de visita en la Estatua de la Libertad, el domingo. La estatua
“simplemente simboliza mucho más hoy en día”, tras el decreto presidencial en
contra de los refugiados, dijo Anturkar. CreditSam Hodgson para The New York Times
“Antes, cuando solía venir a Nueva York y tomaba el
transbordador y veía la Estatua de la Libertad me llenaba una sensación de
felicidad, me sentía orgullosa”, dijo. “Sin embargo, simboliza mucho más hoy y
durante las últimas dos semanas. Ahora tengo un sentimiento más de humildad y
tristeza mezclado con el orgullo de lo que nuestro país debería representar”.
Durante el viaje de regreso en el transbordador,
mientras nos acercábamos al Parque Battery, pude escuchar a un grupo de
manifestantes que protestaban en contra del mandato presidencial. Morgan
Jenness estaba ahí, levantando una antorcha improvisada y recitando el soneto
de Emma Lazarus, “El nuevo coloso”, inscrito en el pedestal de la señora
Libertad.
Dadme vuestros seres pobres y
cansados
Dadme esas masas ansiosas de ser libres, los tristes desechos de costas populosas
Que vengan los desamparados
Que las tempestades batan
Mi antorcha alumbra un umbral dorado.
Dadme esas masas ansiosas de ser libres, los tristes desechos de costas populosas
Que vengan los desamparados
Que las tempestades batan
Mi antorcha alumbra un umbral dorado.
“No dice”, enfatiza Jenness, “la puerta cerrada”.
Morgan Jenness protestando en contra del mandato
presidencial. “La hemos manchado”, dijo sobre la estatua. CreditSam Hodgson
para The New York Times
Presentí que Jenness era una aficionada a todas las
cosas sobre la señora Libertad. Así que, tuve que preguntar, ¿ha cambiado su
visión sobre la estatua?
“Siento que está manchada”, contestó. “La hemos
manchado, ¿podremos limpiarla?”.
“Podemos”, dijo, parada en medio de una multitud de
manifestantes. “Tenemos a mucha gente con trapos”.
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