“EL PROFESOR DEL SIGLO XXI
TIENE QUE ENSEÑAR LO QUE NO SABE”
El experto cree que
para innovar en educación hay que crear un modelo pedagógico en el que docente
y alumno aprendan a la vez
Peter Senge,
californiano de 69 años, cree que el principal problema del sistema educativo
es que se basa en el modelo de la revolución industrial. Este profesor de la
escuela de negocios del Massachusetts Institute of
Technology critica que los colegios en diferentes partes
del mundo continúan replicando un modelo de aprendizaje pasivo, en el que los
docentes hablan y los estudiantes permanecen sentados y callados, “como si se
les estuviese entrenando para trabajar en una fábrica”.
Peter Senge en la Universidad Camilo José Cela.
Considerado por The
Economist como uno de los 50 pensadores más influyentes del mundo en
el ámbito de la gestión empresarial, Senge se empezó a interesar por la
educación tras el éxito en diferentes universidades de Estados Unidos de su best-seller La Quinta Disciplina.
Publicado en 1990, el libro contiene las claves para hacer competitiva
cualquier institución con una estrategia de aprendizaje diseñada por el propio
Senge.
En 1991, fundó la Society
for Organizational Learning (SOL), una red de innovación en
el aprendizaje en la que participan más de 19 empresas y organizaciones y mil
escuelas públicas y privadas de diferentes parte del mundo. Senge ha visitado
Madrid para impartir un seminario de liderazgo a los profesores de la
Institución Educativa SEK.
Pregunta. ¿Cuáles son
las principales transformaciones que debe afrontar la escuela?
Respuesta. Lo más
importante es que llegue el final de la escuela tal y como la conocemos. Todos
hemos ido al mismo tipo de colegio, no importa si el centro educativo está en
España, Reino Unido o China. La fórmula siempre es la misma: los profesores
tienen el control y los alumnos no son proactivos. Nadie sabe a ciencia cierta
cómo debería ser, de hecho no creo que haya un modelo único, pero sí un
principio claro: adultos y niños aprendiendo a la vez. La idea de que los
profesores tienen las respuestas y por eso lideran el aprendizaje ya no sirve,
nadie sabe cómo se resolverán los problemas que ya nos afectan hoy, como, por
ejemplo, el cambio climático. Los niños lo saben y por eso no se enganchan a la
escuela, porque el profesor actúa como si tuviese todas las respuestas. El
aprendizaje en el colegio se centra en evitar cometer errores. El contexto
autoritario dentro de la escuela es tal que los chicos solo quieren complacer
al maestro.
P. ¿Cómo puede
funcionar una escuela pretendiendo que alumnos y profesores tengan los mismos
intereses?
R. Los docentes
tienen que crear nuevas fórmulas pedagógicas para que los niños aprendan cosas
sobre las que no hay respuestas claras. Singapur comenzó en
el año 2000 su proceso de transformación del modelo educativo y el eje fue
crear un entorno en el que todo el mundo aprendiese: profesores, alumnos y
padres. Supuso un cambio radical, teniendo en cuenta que habían heredado el
modelo británico, muy profesor-céntrico. El aprendizaje giraba en
torno a la figura del experto. Dijeron basta y ahora los profesores plantean
retos reales y los estudiantes aportan soluciones. No solo se plantean
problemas artificiales para resolver en el aula. A los alumnos les motiva
ayudar a su comunidad a ser más efectiva. La forma de hacerlo con un niño de
ocho años o un adolescente de 18 es distinta, pero el principio es el mismo.
P. ¿Cómo tiene
que afrontar el profesor su día a día en el aula?
R. Solemos decir
que el profesor del siglo XXI tiene que enseñar lo que no sabe. Ahí empieza la
innovación. Lo primero que tienen que hacer es desaprender, olvidar los métodos
pedagógicos tradicionales. Es muy difícil porque tienen una identidad muy
fuerte y se sienten orgullosos de estar al frente de la clase. Creen que
mantener el orden y la atención en su discurso es lo que les hace buenos
profesores y tal vez sea ese el problema, las lecciones magistrales brillantes.
Para que se produzca el cambio tiene que haber una masa crítica de esos adultos
en las escuelas que diga basta. Esto no va sobre decidir buenas o malas
respuestas, sino sobre afrontar problemas reales. Conseguir que un niño de 12
años entienda por qué hay problemas de drogadicción en su barrio.
Hay que crear nuevas fórmulas para que los niños
aprendan cosas sobre las que no hay respuestas claras
P. ¿Qué papel
tiene la tecnología en la transformación del modelo?
R. Tecnología
moderna y pedagogía anticuada, ese suele ser el patrón. Muchas escuelas están
gastando grandes cantidades de dinero en comprar ordenadores para los alumnos
porque creen que la tecnología lo cambia todo, y no es así. Hay que innovar en
las técnicas de aprendizaje.
P. ¿Cree que los
contenidos estáticos como las matemáticas o la literatura se deberían modificar
dentro de los programas académicos?
R. Hay que
enseñar esos contenidos de forma distinta. Los buenos profesores de matemáticas
saben la diferencia entre el aprendizaje mecánico, en el que los chicos
aprenden a escribir ecuaciones, y el profundo, en el que entienden el porqué.
Uno de los docentes de nuestra red SOL, que trabaja en un colegio público de
Boston, ha desarrollado un método en el que los niños se enseñan álgebra entre
sí. Ha dedicado más de 20 años a crear problemas muy complejos y ni los mejores
estudiantes de álgebra pueden resolverlos por sí solos. En el primer mes del
curso imparte clases magistrales cortas para enseñar los fundamentos básicos, y
el resto del año los alumnos trabajan en grupos de cuatro. El docente es
importante porque ha diseñado la metodología, no actúa como un profesor sino
como un facilitador.
P. ¿Con qué
escuelas está trabajando?
R. La Society for Organizational Learning,
que fundé en 1991, es una red de investigadores y profesores en activo de
diferentes partes del mundo. Sobre todo trabajamos con colegios públicos de
Estados Unidos, porque es ahí donde están las carencias más graves, pero
también colaboramos con colegios privados que sean innovadores. Estamos en
contacto con más de mil escuelas en el mundo. Nuestra misión es buscar
innovadores para conectarlos entre sí, para que entiendan que no están
aislados. Hay una revolución que está ocurriendo, cientos de profesores usan Flipped Classroom (clase
invertida) o el aprendizaje por proyectos. El problema es que no hay vías de
comunicación entre ellos.
P. La clave para
el cambio, ¿la tienen los gobiernos o las escuelas?
R. En Singapur,
por la naturaleza del país, el Gobierno lideró la transformación. Pero no es
una buena referencia, es un territorio muy pequeño, casi como una ciudad. En la
mayoría de lugares, los líderes han sido los directores de los centros y los
docentes, grupos pequeños que han querido dar un giro a su cultura de
aprendizaje. El cambio tiene que arrancar en la escuela, que funciona como una
institución local.
P. ¿Qué modelo
educativo actual cree que debería replicarse?
R. No se trata
de copiar a Finlandia o Singapur. Hay que ser menos rígidos con la edad porque
los niños avanzan a distintas velocidades. No tiene sentido dividirles en
cursos por edad. La escuela industrializada, ese es el problema. En las líneas
de ensamblaje todo el mundo se movía al mismo ritmo y precisamente fue la era
de la industrialización la que hizo a los lentos estúpidos. Hace unos años
conocí en Los Alpes a un físico austríaco que había trabajado con el Nobel de Física danés Niels Bohr -le
concedieron el premio de 1922-, probablemente el físico más brillante de la
historia. Le pregunté cómo era trabajar con él y me dijo que era muy lento,
pero que cuando entendía algo, realmente lo entendía. La mayoría de científicos
son pacientes, reflexionan, se toman su tiempo. Durante décadas se les ha hecho
creer a los niños que no poder avanzar al ritmo que marca la escuela es
sinónimo de ser idiota.
P. ¿Cree que la
certificación supone un freno para el aprendizaje?
R. La evaluación
más efectiva es la del propio alumno analizando su progreso, la autoevaluación.
Pero ahora ese rol lo asume el profesor. Los buenos docentes crean un entorno
en el que los estudiantes mejoran constantemente y pueden juzgar de forma
objetiva cómo están evolucionando. En Estados Unidos, a los profesores se les
coloca en rankings en función de los resultados que sus alumnos obtienen en los
exámenes estándar. Todo lo que está demasiado mecanizado carece de sentido. El
problema no es la herramienta, sino el uso que se hace de ella. El objetivo
debería ser estudiar qué técnicas de enseñanza funcionan mejor que otras y por
qué.
P. El pedagogo
británico y conferenciante Ken Robinson critica que la escuela mata
la creatividad. ¿Cuál cree que es la explicación?
R. Los niños
dejan de ser curiosos por el miedo a cometer errores, y como consecuencia de
eso, también dejan de ser creativos. En mis clases suelo preguntar a mis
alumnos cuántos de ellos decidieron a los diez años que no se les daba bien
cantar, o que no eran muy buenos en dibujo. La gran mayoría levanta la mano.
Entre los cinco y los diez años se internalizan esos miedos a no dar la talla y
los chicos simplemente dejan de hacerlo. Hace unos años, un educador me dijo
que no tenemos ni idea del drama que sufren los niños en la escuela. Los
profesores están en una posición de autoridad y pueden hacer mucho daño si no
se dan cuenta del impacto que pueden tener sus mensajes.
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