EL BANDOLERO ENCATADO
(Autor:
Profesor Hipólito G. Yánac Rivera)
Como dice
el dicho: “Se dice el milagro más no el santo”, puede ser real o invento de la
persona que relató su episodio, pero los lugares si existen, la fecha son
coincidentes, así como la persona que garantiza su credibilidad.
Era época de fiestas
en un pueblo, dónde se festejaba la
fiesta patronal de ese lugar Por esos
años, la carretera solamente llegaba hasta un determinado lugar y de allí,
tenían que viajar a caballo o a pie para llegar al pueblo. La “Góndola” o
ómnibus que los transportaban de la capital con destino a ese pueblo, llegaba
entre 6 a
7 de la noche a una estación, debiéndose alojar los parroquianos en pequeñas
habitaciones del lugar, para luego el día siguiente seguir su viaje a pie o a
caballo con destino a dicho pueblo.
Al bajar Julio el
bandolero de la góndola, se le acerca un joven y le dice:
- Don Julio, su papá me ha
encargado un caballo aperado para que pueda viajar, está en la casa del señor Daniel
Alcocer.
- Julio el bandolero,
agradeció al joven por el encargo, y, se constituyó a la casa del señor
Alcocer.
- Julio el bandolero al llegar
a la casa, dijo: Buenas noches don Daniel, nuevamente me tiene por estos lares,
me dicen que aquí me aguarda mi caballo que ha sido enviado por mi padre.
- Sí, don Julio aquí está su
caballo; pero como ya es tarde, habrá que llevarlo al potrero para que coma
bien para el viaje de mañana.
- Julio el bandolero, le
contesto: No, don Daniel, ahora mismo tengo que viajar porque ésta noche es la
víspera de la fiesta y no quiero perder la oportunidad para divertirme.
- Don Daniel Alcocer, se quedó
sorprendido a la respuesta del cuatrero; y le replicó: - Usted no tiene miedo
viajar a esta hora en el silencio de la noche, por sitios muy agrestes; y, lo peor que tiene que cruzar
la cumbre donde hace mucho frío.
- El bandolero, con tono
desafiante contestó a don Daniel: - Para los hombres como yo no hay imposibles,
por algo soy Julio el bandolero, haciendo fama a su padre.
Pero, Julio el
bandolero, haciendo alarde de su fama de bandolero, mujeriego y abigeo; y
además, acostumbrado a realizar esos viajes de noche por esas rutas, decidió
emprender el viaje alrededor de las nueve de la noche enrumbando su viaje a
caballo con dirección al pueblo, enfrentándose a un camino bastante accidentado
e inhóspito, siguiendo una quebrada por donde discurría un río y teniendo que
pasar por unos socavones de carbón de piedra, donde se podía percibir solamente
el ruido de las aguas del río y el zumbido de unos moscones propios de esa zona
que daban la impresión de lugares tétricos y espantosos que infundía mucho
miedo y terror.
La noche estaba
iluminada por el fulgor resplandeciente de la luna llena como si fuera de día.
Cerca de las doce de la noche avistaba una antigua fundición en donde todavía
existían casas antiguas, el horno de fundición de metales que utilizaron los
antiguos pobladores. En dicho lugar, vivía gente que se dedicaban al pastoreo
de ganado ovino; quienes tenían una amistad con el bandolero. Es así, que los
perros al verlo aproximarse al lugar empezaron a aullar y luego se callaron al
reconocerlo que era amigo de sus dueños.
El cabalgante,
prosiguió su viaje sin alborotar a los perros; el caballo iba muy de prisa y
muy sudoroso; por su parte, el cabalgante iba provisto de un poncho, un
sombrero y de una chalina para amortiguar el frío, la helada de esa época, así
como también de la altura, ya que, estaba ascendiendo la parte más alta de la
cumbre.
Julio el bandolero, prefirió
pasar de largo la estancia sin tomar contacto con sus amistades, a fin de no
demorar su viaje y llegar a la hora de la víspera de la fiesta, por lo que,
aligeró a su caballo; y cuando se había alejado del lugar, iba distraído silbando
una canción; de un momento a otro, cuando se encontraba cerca al manantial de
aguas termales, de pronto, se le apareció por el camino una mujer blanca y
hermosa de cabellos rubios, momentos que Julio el bandolero, se sintió
impresionado, y al encontrarse frente a frente, la bella dama le dijo:
- Joven, a dónde se
va tan de prisa, pareciera que alguien le persigue, a lo que Julio el bandolero,
contestó: - No, voy a festejar la víspera de la fiesta de mi pueblo.
La bella dama, por su
parte le dijo: - vengo caminando muy cansada, ¿podrías acompañarme al
campamento que está cerca?
- El bandolero le
contesto que también él iba de prisa, y, que no podía.
Pero, el cuatrero
frente a tal invitación empezó a dudar, puesto que él conocía bien la zona, y
en ese lugar no vivía una mujer con las características de la dama que le
estaba invitando. El cuatrero, trató de
rehusar dicha invitación, y, frente a tal rechazo, en esos instantes las
riendas que tenía sujetando el caballo, en sus manos se convirtieron en dos serpientes
que trataban de enroscarlo por la cintura; al ver que no podía sujetar el
caballo, el cabalgante solo pudo vociferar palabras soeces y en el acto
desapareció la mujer hermosa de cabellos rubios.
Casi a punto de
perder el control, el cabalgante recapacitó para utilizar sus espuelas,
incrustando a cada costado del abdomen del caballo, haciendo que éste dé un
brinco saliera velozmente del lugar. Por su parte, Julio el bandolero, se
encontraba totalmente confundido con los pelos en punta. Pero, como el cuatrero
tenía carácter fuerte pudo imponerse al encanto de la bella mujer, haciendo que
el caballo le llevara a todo dar.
Conforme iba
avanzando su camino Julio el bandolero no podía comprender lo sucedido,
meditando que posiblemente era la maldición de las personas a quienes había
hecho daño, ya que no encontraba otra explicación. Así, pudo llegar a su
destino en horas de la madrugada impresionado por lo sucedido.
Al llegar a la casa
de sus padres, contó todo lo sucedido, quienes se quedaron asombrados, sólo les
quedó llamarles la atención, diciéndoles: - Julio, esto te pasa por mujeriego,
porque paras haciendo daño a la gente, tienes que enmendarte de tus errores. y
comportarte como un joven decente.
El bandolero, que
tenía la fama de mujeriego y abigeo, muy conocedor de esa ruta por sus andanzas
propio de sus actividades ilícitas, a partir de ese suceso, trató de cambiar su
comportamiento, ya que le sirvió de
escarmiento.
Fin
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